Pamukkale es uno de esos sitios que no se olvidan y es posible que al ver la foto, te haya resultado familiar, como si ya la hubieras visto antes. Que no te extrañe, su espectacularidad recorre el mundo de boca en boca y junto a Estambul y Capadocia es uno de los lugares más visitados de Turquía. Y te vamos a explicar por qué.
En turco, Pamukkale significa literalmente “castillo de algodón”, y en cuanto te encuentras a sus pies entiendes perfectamente a quien se le ocurrió el nombre. Toda la ladera de una montaña luce blanca impoluta bajo el sol, de esos blancos que hacen doler los ojos, pero ni es nieve, ni hielo, ni sal, ni tampoco es algodón aunque lo parezca, sino que se trata de una formación geológica fruto de las aguas termales del lugar.
La magia de la geología
Nos encontramos en un área de gran actividad sísmica y los movimientos tectónicos hicieron brotar fuentes de aguas termales. Estas aguas arrastran consigo gran cantidad de minerales, sobre todo caliza de creta además de bicarbonato de calcio, que con el paso de los años se han ido depositando hasta dar lugar a estas formaciones de piedra caliza y travertino. El agua surge en la parte alta de la colina y baja repartiendo los minerales, capa a capa y con paciencia, creando cascadas en forma de terrazas a lo largo de toda la ladera, incluso con estalactitas entre ellas.
Descalzos por el travertino
Si viajas a Turquía y vas más allá de las espectaculares mezquitas de Estambul ten claro que Pamukkale bien se merece una visita.
Puedes alojarte en la misma ciudad de Pamukkale, situada al pie del “castillo de algodón”, y desde ahí acceder al recinto. Aunque existe una carretera trasera por la que puedes subir en coche o en autobús te recomendamos hacerlo a pie. Al poco de atravesar la entrada comienza el travertino y deberás descalzarte para no dañarlo, esas son las normas. Es rugoso y no resbala en absoluto, puedes caminar con toda tranquilidad. Sobre la superficie corre una fina capa de agua y no debes pisar fuera de las zonas indicadas, como por ejemplo en las piscinas naturales.
En las piscinas artificiales ubicadas en terrazas a lo largo de la subida está permitido el baño, el agua ronda los 35º C y verás que en temporada alta y hora punta los turistas no son pocos precisamente, por lo que te recomendamos evitar las horas de mayor afluencia y, si puedes, esperar arriba hasta el atardecer, la puesta de sol que te regala Pamukkale reflejada en la blanca superficie de su travertino es de esas que no se olvidan jamás.